jueves, 25 de noviembre de 2010

La felicidad hay que esperarla como don, no como conquista

En la sesión del lunes 22 nuestro espacio oración estuvo dedicado a las bienaventuranzas (Mt 4,23; 5, 1-12; 6, 9-13). Aunque no es fácil traducir en palabras la riqueza de lo vivido, me parece que podríamos resumirlo diciendo que las bienaventuranzas:
  • Nos ayudan a acercarnos a Jesús, y a descubrir su rostro.
  • Son un programa de amor, felicidad y libertad dirigido a todas las personas.
  • Una invitación a construir nuestra humanidad y vivir el Reino de Dios, a edificar el Reino de Dios desde el amor cristiano.
  • Por eso es muy necesario entroncar las bienaventuranzas con la vida cotidiana del cristiano, en la que experimentamos la difícil relación con la pobreza, y las bienaventuranzas en general; pero también como Dios nos conoce y nos ha dejado un camino para poder vivirlas (su “Padre nuestro del cielo...” ).
Pero tal vez lo más significativo fue ese descubrimiento de que la felicidad hay que esperarla como don, y no vivirla como búsqueda, surgido a raíz de un enriquecedor testimonio: El de Paqui, una mujer muy deteriorada, podríamos decir una piltrafa humana, que apenas articula monosílabos y que no tiene a nadie, y a la que un día una voluntaria la invitó a un café, y ahí se inició un proceso de transformación....
Testimonio que no sólo nos sirvió para descubrir el sentido profundo de la felicidad (y de la antropología humana que ve al ser humano como ser pobre y necesitado), sino que nos sirvió para comprobar que no podemos amar si no nos ponemos a la misma altura que el otro; que es necesario ir más allá de la pobreza para descubrir a la persona que hay en el pobre; que el amor siempre da importancia a las personas, a la relación y apertura con el otro; y aquí aparece el dinamismo transformador.
Esto nos sirvió para hacer otra constatación: el mundo actual es profundamente infeliz, y buena parte de ello tiene que ver con que hemos hecho de las bienaventuranzas virtud y ley, olvidando que las bienaventuranzas no son doctrina, son experiencia del amor misericordioso de Dios Padre; son un programa de felicidad como sentido de la vida.

lunes, 8 de noviembre de 2010

La Importancia del curso que iniciamos.

Este curso en el Seminario de Lectura de la Realidad vamos a detenernos en la Iglesia vista desde el misterio de salvación.
En los momentos actuales, ante la profundidad de las crisis que nos afectan, el cristiano ha de ser lúcido. Como se señala repetidamente en el evangelio, hemos de estar atentos, vigilantes, y en actitud de escucha. Para actuar es necesario escuchar; si no lo hacemos así acabaremos haciendo del compromiso una imposición. Necesitamos estar atentos porque los frentes en que nos movemos cambian constantemente, así como sus estrategias.
Y si no lo hacemos puede ocurrirnos como decía un pensador respecto de la Iglesia: "Justo cuando creía que tenía todas las respuestas cambiaron las preguntas".
En ese sentido señalamos que una de las tareas fundamentales hoy es descubrir el perfil eclesial necesario para anunciar el evangelio al mundo de hoy. Y, para ello, la Iglesia ha de ser signo de la salvación en el mundo de hoy, y sólo se puede ser signo si se responde a los anhelos y expectativas de los hombres de hoy. Nos encontramos con dos experiencias que ocultan el rostro de Dios.
  • Una crisis profunda de la idea de salvación cristiana. A la gente de hoy no le interesa la salvación cristiana. Se nuestra indiferente.
  • La idolatría: La gente más que por la salvación se preocupa por el bienestar, por tener dinero.
Sin embargo, en el fondo de la crisis parece que existe una demanda de algo; de algo más que economía, política, religión, ...Una demanda de salvación. ¿Qué nos puede salvar en el mundo de hoy?: ¿Los políticos? No, casi nadie les cree. ¿Los científicos? Tampoco. Más que solucionar parece que crean problemas.ç ¿La economía? (empresarios, ...). Ya hemos experimentado que cabe esperar de ellos. ¿La Iglesia?. Su credibilidad es parecida a la de los políticos.
Al final nos encontramos con que sólo Dios salva; que necesitamos volver a la fuente.
La actitud en el seminario va a ser la de fidelidad, en una doble dimensión:
  • Fidelidad a las demandas de los hombres y mujeres de hoy
  • Fidelidad a la Palabra de Dios Desde esta actitud y desde esas claves vamos a plantearnos por dónde debe ir el perfil.