Constatamos, cada día más, como esta crisis está generando gran número de pobres y excluidos. Esto nos plantea un gran interrogante: ¿cómo anunciarles la buena nueva de que realmente son hijos de Dios, y que todos somos hermanos? Sin duda, llevar adelante hoy este anuncia requiere de un gran cambio.
Aquí es donde se ubica el planteamiento del seminario para este curso: hacia qué modelo de cristiano y de iglesia hemos de caminar?, y ello sin olvidar qué de forma estrechamente vinculada e inseparable hemos de plantearnos otra cuestión: ¿qué tipo de persona y de sociedad hemos de construir?
Avanzar en esa búsqueda requiere de nosotros una actitud básica: aprender a escuchar. Es fundamental desarrollar nuestra capacidad de escucha pues estamos convencidos de que en esta realidad, por compleja y confusa que nos resulte, Dios está presente y nos está diciendo algo. Capacidad de escuchar, pues, que se concreta en:
· Escuchar a Dios en su Palabra, en clima orante.
· Escuchar a los hombres y mujeres actuales, en su realidad y en sus problemas concretos.
Recordando a Albert Nolan (Jesús, hoy. Una espiritualidad de libertad radical) podemos señalar que el actual modelo de persona y sociedad están construidos al revés, y eso hace que las grandes columnas y convencimientos que los sostenían se estén tambaleando y derrumbando. Nuestra tarea, por tanto, en continuidad con la de Jesús de Nazaret, es poner el mundo al derecho; liberarlo de todas esas distorsiones y engaños del ego: orgullo, envidia, celos, egocentrismo, arrogancia, falta de amor y aislamiento de otros seres humanos como individuos y como grupos,… y del que Jesús habló como mundo de Dios, como reino o familia de Dios naciente.
Hoy, como antaño, siguen siendo el interés (egoísmo) personal lo que mantiene la economía en funcionamiento y motiva a las personas para realizar grandes cosas. Pero para Jesús éste no es éste el mundo real, sino que es un mundo al revés que debe ser puesto al derecho. A muchos de sus contemporáneos les parecería que el mundo real que Jesús había descubierto era poco práctico, absurdo y falto de la aprobación por parte de la autoridad legítima. Pablo lo describe como la sabiduría paradójica de Dios: “Los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a un Cristo crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los gentiles... Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana” (1 Co 1,22-23.25). Jesús irrumpió en escena en la Palestina de aquel tiempo con una nueva conciencia, con una sabiduría que las Escrituras llamarían “la sabiduría de Dios”.
Hoy bien podríamos decir que esa sabiduría de Dios nos sigue diciendo que, frente al poder, hemos de cultivar el servicio; frente a la riqueza hemos de vivir y proponer la pobreza evangélica y, frente a ese culto de la propia imagen que podríamos llamar aires de exhibicionismo y grandeza, el cultivo de la humildad evangélica. Aquí encontramos la sabiduría de Dios para poner el mundo al derecho.
La falta de valentía en la denuncia de ese mundo al revés, y en el anuncio de un mundo al derecho desde la sabiduría de Dios es una de las causas principales por las que la Iglesia padece una crisis de credibilidad, y por la que los pobres, hijos predilectos de Dios, están alejados.
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