viernes, 11 de enero de 2013

Los pobres en el Antiguo Testamento. Algunas enseñanzas actuales.


En la sesión del 10 de diciembre de 2012 abordamos el tema de la pobreza en el Antiguo Testamento, y en la puesta en común salieron algunas ideas interesantes para tener en cuenta a la hora de afrontar la pobreza actual.
Vimos que el tema cuestiona nuestra propia forma de ver a los pobres, y que nuestra forma de mirar a los pobres no coincide con la de la Biblia. Nosotros tendemos a identificar la pobreza con la carencia económica, con lo cual parece que la respuesta es hacer una colecta y dar limosna.
Es una respuesta, pero es insuficiente. Lo más importante no es lo económico, sino que el pobre es una persona. Y si valoramos sólo lo económico amenazamos su dignidad (que en nuestra sociedad está vinculada al trabajo y al dinero). Sin dignidad, estas personas pobres pierden sus derechos y, al perder estos pierden la justicia. Se les reduce a la caridad. Así se dice a Cáritas, a la iglesia, a las Ongs… vosotros ocuparos de la caridad.
Así descubrimos una línea bíblica que nos muestra que el Dios revelado es incompatible con el dios dinero. Algo totalmente claro desde el Éxodo, y que alcanza su máxima expresión en Jesús: “no podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16, 13). En esta perspectiva bíblica, la pobreza, encuentra tres líneas de comprensión, que recogen el aspecto social, religioso y misterioso de la pobreza:
  • Como situación económica, social y humana.
  • Como un fenómeno de fe, que surge cuando nos interrogamos acerca de por qué ha surgido la pobreza, y que tiene su expresión paradigmática en una figura: el siervo de Yavé.
  • Como una actitud espiritual. La lucha evangélica contra la pobreza.
En nuestra realidad la pobreza es un tema polémico y conflictivo, pero sobre todo un tema que molesta.  Además se da una paradoja importante: los pobres saben cómo viven los ricos (la televisión, la publicidad…) pero los ricos no saben cómo viven los pobres.
Si miramos la pobreza como la mira Dios nos damos cuenta de que el pobre es imagen viva de Dios, imagen pisoteada, lo que le duele profundamente. La cuestión es cómo podemos traducir este lenguaje bíblico a nuestra realidad actual. Y si logramos hacerlo genera problemas, ya que cuestiona las raíces de la sociedad. Se confirma una vez más que la luz hace daño cuando la miramos con ojos enfermos.
También los pobres cuestionan a la iglesia su realidad, sobre todo porque desenmascaran su moral, su espiritualidad, su propia imagen de Dios. Tenemos un gran reto: recuperar la auténtica imagen de Dios, y mirar la realidad con los ojos de Dios; tenemos que cuestionarnos acerca de cómo vemos el mundo y cómo lo ve Dios. Y, desde esa perspectiva, la pobreza es una forma del misterio del mal.
En el diálogo se habla acerca de que dignidad puede resultar una expresión muy fuerte, sobre todo cuando te encuentras a personas muy deterioradas; se señala que se puede entender la dignidad como derechos, y se razona recordando como desde que el gobierno recortó la asistencia sanitaria a inmigrantes sin papeles, o a jóvenes mayores de 26 años sin trabajo, hay muchas personas que han perdido el derecho, y sólo pueden ser atendidas desde la beneficencia.
Si nos fijamos en nuestra evolución podremos darnos cuenta de que con la Ley de Sanidad desapareció, en gran medida, la beneficencia que hacía que, al no existir un derecho universal, las órdenes religiosas y  otras personas o colectivos que la ejercían, apareciesen como salvadores). Hoy estamos en riesgo de volver a esa situación, porque hemos perdidos derechos en la sanidad, en la justicia… y por eso es muy importante defender los derechos universales.
En la reflexión sobre este tema de la limosna, la ayuda… se aporta como Jesús supo denunciar las actitudes hipócritas, pero fue capaz de ver la moneda de la viuda, que da de lo muy poco, y como el gesto de esta mujer transmite una esperanza muy grande.
También nosotros podemos transmitir esperanza, y podemos hacerlo cuando creemos en la dignidad de las personas.  También en este camino podemos aprender de la lógica divina: cuando Dios quiere decir algo, siempre parte del desierto. Por eso hemos de ser conscientes que la esperanza hoy no vendrá de Bruselas, de Berlín… tampoco vendrá del Vaticano, vendrá del desierto social, vendrá de los pobres.  Además, esta lógica es la única que nos permite vislumbras signos de esperanza para todos, para los pobres y para los ricos.,
Los que en el desierto luchan al lado de los pobres son los que traen buenas noticias; para ellos ha sido como resucitar. Lo mejor que podemos hacer a los ricos es salvarlos desde los pobres. Jesús vino a salvar a todos desde los pobres.
Vemos que estamos bajo el imperio del dinero, y a ese imperio se someten los derechos, y la dignidad de la persona. Por eso el capitalismo está siendo un sistema nefasto, ya que la persona y su dignidad no pintan nada. Pintan el dinero, el poder y el prestigio que otorga. Vales tanto como tienes. Los ricos tampoco pintan nada como personas. Es su dinero lo que cuenta.
La gente que lucha contra los desahucios es un signo, una entrega gratuita. No piden nada, no se presentan a las elecciones… Desde el poder hay que desesperar; será desde la marginación, desde el desierto social, de donde vendrá el nuevo Juan el Bautista, que a lo mejor no es de la Iglesia.
Existe un riesgo de manipular al pobre, y hacerlo más pobres, si le quito la responsabilidad, decido por él, pienso por él, marco sus necesidades…  Si tuviésemos esto en cuenta, y respetásemos la dignidad y responsabilidad del pobre sería una fuerza de transformación impresionante.