A raíz del diálogo en la anterior sesión del seminario, sobre hasta dónde llega el pacifismo, dónde está el límite de la mansedumbre que señala la bienaventuranza, Félix Felipe nos hace llegar el siguiente texto que sin duda aporta nuevos argumentos. Como decía el Padre Häring: "lo importante es dar buenas razones con mansedumbre"

El amor a los enemigos en la realidad compleja de nuestro mundo es también complejo; ha de integrar y armonizar amor y erradicación del mal. El amor a los enemigos de ninguna manera implica que uno encuentre menos aborrecible el mal. La existencia y la seriedad del mal es la verdadera razón de que haya enemigos, y este mal, que es la fuente de la enemistad, es detestado en razón al amor a los enemigos. El odio no se dirige a las personas, sino a las obras, aunque, dada la compenetración entre persona y obras, también afecta a las personas. Si uno es insensible o cierra los ojos al mal real en el mundo, en su enemigo y en sí mismo, entonces no comprenderá como amar a los enemigos, al no comprender la razón de la enemistad. El amor auténtico consiste en detestar el mal y adherirse al bien (Rom. 12, 9). Por eso, se ama al enemigo, pero se detesta y se combate la injusticia, se lucha por cambiar y sustituir la sociedad injusta por una sociedad justa, la opresión por la libertad, el egoísmo por el amor, la muerte por la vida. El amor al enemigo no oculta ni olvida la violencia cometida contra las víctimas y tratará de erradicar las condiciones, las estructuras y los procesos, que permiten y promueven la violencia. No es posible el amor sin justicia y sin la verdad.
Hay que amar al pecador, pero el pecado hay que erradicarlo y esto de alguna manera es un ataque al pecador. La liberación de la opresión implica la destrucción del opresor en cuanto opresor, y esto es una tarea difícil y delicada, pero no puede ser abandonada por amor a los oprimidos. Por amor hay que acoger al pecador, perdonarle, pero dicho amor implica también estar dispuesto a imposibilitarle sus frutos deshumanizantes para los otros y para sí mismo. El amor a los enemigos no significa que no se tengan, ni significa que se niegue que son enemigos, ni quiere decir que se eviten conflictos, ni que no debamos entrar en confrontación con ellos, puede ser que tales hechos sean el único camino eficaz para combatir las situaciones, para derribar a los ídolos de la muerte de sus tronos. Los que mantienen una situación generadora de sufrimiento injusto, de asesinato, son enemigos de todos. Por eso, la única forma de amar a todos, incluidos a los enemigos, es comprometerse en la lucha para derribar el sistema que crea enemigos. Éste parece que fue el talante de Jesús: ama a los oprimidos estando con ellos, y ama a los opresores estando contra ellos. De esta forma Jesús es para todos.