miércoles, 12 de enero de 2011

Reflexiones acerca del dolor y el sufrimiento

En esta reflexión convergen dos preocupaciones de estos últimos días: por una parte, la oposición de un grupo de revisión de vida a plantearse hechos negativos, pues resulta mejor fijarnos en las cosas positivas; por otra, la reflexión surgida en la preparación y puesta en común, en otro grupo, de un espacio de oración acerca de la bienaventuranza, “Bienaventurados los que sufren y lloran, porque serán consolados”.
Comprendo que la relación con el dolor y el sufrimiento humano no es una cuestión agradable, menos si tenemos en cuenta que vivimos en una sociedad afanada en la búsqueda del bienestar, que no quiere problemas ni sufrimientos. Pero ese dolor es síntoma de que algo funciona mal, y misión nuestra es hacer que aflore para poder afrontarlo y tratar de remediarlo. Por otra parte, si realmente queremos pasar una itv de nuestra vida, y hacerlo con los parámetros de Jesús, es una cuestión que no podemos obviar. Trataré de resumir algunas razones:
  • Es necesario “bajar al encuentro de Dios” en seguimiento de Jesús que se abajó hasta el último peldaño de la condición humana (Flp 2, 6-8). Si miramos hacia arriba, si consideramos que el dolor no afecta a Dios, si creemos que Dios sólo se encuentra en los espacios no contaminados por el pecado, la injusticia,... no lo vamos a encontrar, al menos no vamos a encontrar al Dios de Jesús.
  • Cuál es el Dios que nos revela Jesús. Si nos fijamos, Jesús no formó un pueblo innumerable como Abrahán, no lo saca de la esclavitud como Moisés, ni lo hace fuerte como David, no construye un templo como Salomón para que Dios moré en medio de la nación. Jesús fue muerto en la plenitud de su vida. ¿Qué Dios nos revela?:

  1.  Un Dios cercano, prójimo de los últimos. (Y no lejano). Los últimos son sus amigos, sus vecinos, sus prójimos, ante los que no pasa de largo en modo alguno,
  2. Un Dios débil (en vez de un Dios fuerte). Nace como un niño inevitablemente débil y pobre, y muere sin ningún poder social. Jesús, actuando desde la debilidad, desde el lado de los últimos a los que se acerca, plantea a las personas concretas (pescadores como Pedro y sus amigos, a la samaritana en el pozo, a los que acuden a la sinagoga, a Mateo el recaudador, ...) preguntas que le ayudan a convertirse, a transformarse saliendo del círculo de las leyes, ...
  3. Un Dios castigado (y no un Dios que castiga). En tiempos de Jesús –y aún hoy-el pecado, la enfermedad, la pobreza, incluso la muerte a destiempo , eran expresiones de un castigo de Dios por los pecados cometidos, inclusive se podía castigar en los hijos los pecados de los padres. Pero lo que castiga, y con lo que nos castigamos unos a otros es con el pecado, cuando damos la espalda a sus propuestas y mandatos y desatamos fuerzas de destrucción que van erosionando la vida o la destrozan completamente. En la cruz aparece Jesús como un “maldito”, siendo la expresión máxima de la debilidad de Dios
  4. Un Dios resucitado (frente a un Dios impasible).Muchas veces se nos ha presentado la imagen de un Dios inalcanzable por el sufrimiento humano, ubicado en su cielo inaccesible, en una felicidad inmutable; mientras el dolor es visto como propio de la condición humana que tiene que llevar adelante la historia. En Jesús descubrimos que el sufrimiento de cada persona es también el sufrimiento de Dios; que el dolor del mundo es la pasión de Dios, y que en consecuencia, la pasión de Dios tiene que ser inseparablemente la pasión por este mundo. Este Dios nos muestra que también en esta vida se puede experimentar el dinamismo de la resurrección en las personas rotas. 
  •  Jesús nos enseña que, en todas partes y en todas las personas, se está realizando lo mismo que él vivió: el Padre está a su lado asumiendo su dolor. Sin esta realidad pascual, que sólo podemos asumir junto a eso hecho negativos que no son sino signos de muerte que expresan el escándalo de vidas rotas, de sufrimiento,... sería imposible descubrir a Dios. 
  • Podemos decir que Dios se haya escondido en el sufrimiento del justo Jesús, de todos los justos y, en definitiva de todas las personas. Por tanto, cuando miramos las situaciones de pobreza lo que hacemos es mirar la penumbra de sombra (nunca su ausencia). Por eso nuestra metodología pretende formar esa sensibilidad para descubrir a Dios escondido en los crucificados de la historia, y también en los crucificadores, sobre los que se extiende el perdón de Jesús. Me parece que esta metodología es necesaria para poder captar la realidad en toda su hondura.
En cierto sentido podemos decir que pretendemos la formación de “místicos de ojos abiertos” del seguimiento del Jesús pobre y humilde del evangelio, que asume el dolor del mundo y lo atraviesa por su mismo centro, sin esquivarlo y sin desintegrarse. Este es el milagro del amor, que es más fuerte que la muerte, y que puede avanzar en medio de la noche con un alba presentida en las entrañas como certeza última.